Fue allí, en esas ruinas submarinas bajo la ciudad del agua donde supe que este mundo no es tan normal como parece.
Fue allí donde recordé que toda leyenda tiene una base de realidad. Y por más absurda que sea esa realidad, existe.
Fue allí donde caí y mi cuerpo iba a las profundidades de esas ruinas grecorromanas. Y si hubiera sido historiadora, me hubiera hecho famosa al descubrirlas.
Fue allí donde encontré una estatua de mármol blanco. La figura de esa bestia hizo temblar mi cuerpo en el miedo más tenebroso.
Me falta. Algo me falta. Quiero… no, mejor dicho, necesito... ¿Qué es?
Aire.
Paralizada, exhausta, iba más y más abajo hasta tocar el fondo húmedo de las profundidades. Tan abajo había llegado. En ambos sentidos.
Fue allí donde supe que todo lo que había hecho no tenía solución. Que lo que comenzó siendo un juego se había convertido en algo peligroso.
Cuan ignorante fui al no hacer caso de las advertencias que mis criados me dieron.
Que tonta, estúpida, cabezota…
No quiero morir… al menos, no aquí… y si es demasiado pedir… lo único que pido es no morir de esta manera. No pido el perdón, Dios no existe.
Alguien… Ayuda…
Mis lágrimas se mezclaban con el ambiente que me rodeaba.
Agua.
Tenía mucho frío. Era invierno. Y el agua de mí alrededor empezaba a burbujear. Extraño, ¿no? La temperatura aumentaba. Todo venía de esa estatua de mármol. Los ojos de la figura, antes blancos, eran ahora púrpuras. Ese calor venía de allí.
Fue allí donde el agua fue consumida.
Fuego.
Fue allí donde me percaté de que la sangre que corría por mis venas era más importante que la gente que me rodeaba.
Fue allí entonces, donde supe que Dios existía. Aunque nunca creí en él. Y no lo pienso hacer. Jamás.
Fue allí donde presencié el despertar del guardián de mi familia. No de mi actual familia, sino la verdadera.
Cuerpo felino, alas negras, cola larga como la de un diablo, colmillos, garras y cualquier otra cosa que se le pueda asignar a un monstruo. Pero… no daba miedo, al menos, no a mí.
Fue allí donde descubrí ese algo que me salvó la vida, algo que no sé que es pero algo en lo que puedo confiar.
Fue allí donde cerré mis ojos y me dejé llevar.
Tierra.
Ahora estaba a salvo. Abrí los ojos y me encontré frente a frente con un chico quizá un par de años mayor que yo. Un chico con los ojos púrpuras. Supe que era él. No, definitivamente no parecía un monstruo. No creía en Dios, ni tampoco en los ángeles, pero esto último cambiaría a partir de ahora. Pues él era mi ángel guardián.
Fue allí donde escurrí mi cabello, y con las gotas de agua que surgieron de éste, le bauticé. No pareció molestarlo, pero no se le veía muy contento.
−Gracias… −Murmuré.
Fue allí donde mis palabras fueron llevadas junto a mí a la tierra de los sueños.
Fue allí donde me cogió en brazos, como a una princesa de cuento de hadas, y me llevó hasta mi nuevo hogar.
Mi mal comportamiento casi me lleva a la muerte. Por suerte mi ángel me salvo.
Aquel día morí y aquel día renací. Como una nueva persona. Siendo consciente de quién era sólo esperaría hasta tener la edad suficiente.
Fue allí donde decidí que comenzaría un nuevo juego. Un juego de distracción, engaño y traición para encontrar a la persona que sea capaz de llevarme a un lugar donde mi sangre no sea un peligro para mí. Cruzaría las puertas del tiempo y del espacio, cerradas para cualquier mortal. Vale, era mortal, pero yo no era una cualquiera.
Adiós Andrea, Adiós Ágatha. Ya me despediré de vosotros cuando llegue el momento oportuno. No dejaré que nadie se ponga en mi camino. Y si el destino quiere, nadie más aparte de mi ángel guardián vendrá conmigo.
En mi rostro se dibujó una sonrisa apagada… en aquel momento se me olvidó lo más importante de todo. Algo con lo que no conté. Pues el destino… es cruel.
Fue allí donde recordé que toda leyenda tiene una base de realidad. Y por más absurda que sea esa realidad, existe.
Fue allí donde caí y mi cuerpo iba a las profundidades de esas ruinas grecorromanas. Y si hubiera sido historiadora, me hubiera hecho famosa al descubrirlas.
Fue allí donde encontré una estatua de mármol blanco. La figura de esa bestia hizo temblar mi cuerpo en el miedo más tenebroso.
Me falta. Algo me falta. Quiero… no, mejor dicho, necesito... ¿Qué es?
Aire.
Paralizada, exhausta, iba más y más abajo hasta tocar el fondo húmedo de las profundidades. Tan abajo había llegado. En ambos sentidos.
Fue allí donde supe que todo lo que había hecho no tenía solución. Que lo que comenzó siendo un juego se había convertido en algo peligroso.
Cuan ignorante fui al no hacer caso de las advertencias que mis criados me dieron.
Que tonta, estúpida, cabezota…
No quiero morir… al menos, no aquí… y si es demasiado pedir… lo único que pido es no morir de esta manera. No pido el perdón, Dios no existe.
Alguien… Ayuda…
Mis lágrimas se mezclaban con el ambiente que me rodeaba.
Agua.
Tenía mucho frío. Era invierno. Y el agua de mí alrededor empezaba a burbujear. Extraño, ¿no? La temperatura aumentaba. Todo venía de esa estatua de mármol. Los ojos de la figura, antes blancos, eran ahora púrpuras. Ese calor venía de allí.
Fue allí donde el agua fue consumida.
Fuego.
Fue allí donde me percaté de que la sangre que corría por mis venas era más importante que la gente que me rodeaba.
Fue allí entonces, donde supe que Dios existía. Aunque nunca creí en él. Y no lo pienso hacer. Jamás.
Fue allí donde presencié el despertar del guardián de mi familia. No de mi actual familia, sino la verdadera.
Cuerpo felino, alas negras, cola larga como la de un diablo, colmillos, garras y cualquier otra cosa que se le pueda asignar a un monstruo. Pero… no daba miedo, al menos, no a mí.
Fue allí donde descubrí ese algo que me salvó la vida, algo que no sé que es pero algo en lo que puedo confiar.
Fue allí donde cerré mis ojos y me dejé llevar.
Tierra.
Ahora estaba a salvo. Abrí los ojos y me encontré frente a frente con un chico quizá un par de años mayor que yo. Un chico con los ojos púrpuras. Supe que era él. No, definitivamente no parecía un monstruo. No creía en Dios, ni tampoco en los ángeles, pero esto último cambiaría a partir de ahora. Pues él era mi ángel guardián.
Fue allí donde escurrí mi cabello, y con las gotas de agua que surgieron de éste, le bauticé. No pareció molestarlo, pero no se le veía muy contento.
−Gracias… −Murmuré.
Fue allí donde mis palabras fueron llevadas junto a mí a la tierra de los sueños.
Fue allí donde me cogió en brazos, como a una princesa de cuento de hadas, y me llevó hasta mi nuevo hogar.
Mi mal comportamiento casi me lleva a la muerte. Por suerte mi ángel me salvo.
Aquel día morí y aquel día renací. Como una nueva persona. Siendo consciente de quién era sólo esperaría hasta tener la edad suficiente.
Fue allí donde decidí que comenzaría un nuevo juego. Un juego de distracción, engaño y traición para encontrar a la persona que sea capaz de llevarme a un lugar donde mi sangre no sea un peligro para mí. Cruzaría las puertas del tiempo y del espacio, cerradas para cualquier mortal. Vale, era mortal, pero yo no era una cualquiera.
Adiós Andrea, Adiós Ágatha. Ya me despediré de vosotros cuando llegue el momento oportuno. No dejaré que nadie se ponga en mi camino. Y si el destino quiere, nadie más aparte de mi ángel guardián vendrá conmigo.
En mi rostro se dibujó una sonrisa apagada… en aquel momento se me olvidó lo más importante de todo. Algo con lo que no conté. Pues el destino… es cruel.
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La nueva versión de la historia, la iré subiendo ^^
El prólogo es distinto.
2 comentarios:
como que nadie ha dejado un comentario aqui?¿?¿?¿
será posible.....
Pues lo dejo yo que me hace mucha ilusión XD
Me ha encantado esto de la magia!!!!>.<
tengo ganas de saber que sucede en los capitulos xD
gracias peque!!
Waaaaaaaaaaaaa!!!!! Hae!!!! no sabia que tenias un blog *inner: es que eres la chica mas lenta del planeta. Elena: no lo soy xP. Inner: como digas*
Ya me lei el Epilogo y me gusto! voy a leer toda la historia y te digo mi opinion :D
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